SANTOS Y URIBE: IRRECONCILIABLES
Se quedó corta la periodista Vicky Dávila, periodista de La FM, con lo que escribió en su libro Enemigos: Santos y Uribe, porque más que cuentos y especulaciones de lo que puso ser la afrenta del uno hacia el otro, es más una forma de gobierno lo que los separa, y que tiene como punto crítico el conflicto armado y el proceso de paz. Cada uno lo ve de acuerdo a los réditos políticos que le da.
La forma como Santos comenzó a
manejar el tema de la seguridad, desmontando paulatinamente el modelo de la
Seguridad Democrática, que tanto lustre le dio a Uribe durante 8 años, fue
apenas un ápice de lo que sería el rompimiento definitivo de relaciones entre
los “compadres” de la política. Seamos honestos, el uno trabajó bajo la
subordinación del otro porque necesitaba un árbol que le diera sombra, actuando
como un parásito, alimentándose de la popularidad del mandatario de Salgar
(Ant.).
Cada uno sacó provecho de lo
que el otro podía ofrecerle.
Durante ocho años Uribe tuvo a
su disposición el diario más influyente de Colombia, de la familia Santos, como
es El Tiempo. Desde allí tuvieron
tribuna José Obdulio Gaviria y Fernando Londoño Hoyos para defender las tesis
del gobierno Uribe. Mientras tanto Santos fue acumulando imagen de ser el
sanguinario ministro de defensa que lucha contra el terrorismo. Lo que uno leyó
en Jaque al terror: los años horribles de
las Farc es la declaración de guerra de un hombre que, si uno no fuera tan
pragmático, creería que ve sangre en todos lados. Santos fingió ser el
cancerbero de la seguridad para poder ascender en el poder. Se le montó a Uribe
en los hombros sin que éste se diera cuenta.
Uribe le alimentó el ego a un
aristócrata de la más rancia sociedad bogotana.
¿Y qué tiene Uribe? Popularidad
y apoyo popular, el mismo que se ha venido a menos por las contradicciones y
posiciones, que cada vez le restan la atención que en otros años convocaba de
la ciudadanía. Uribe apenas si controla sus 39 parlamentarios en el Congreso de
la República, los mismos que adoctrina para que hablen el mismo lenguaje,
repitan como loros lo mismo que él piensa, porque ninguno de ellos puede ser
políticamente incorrecto de palabra o pensamiento. Hasta a las ruedas de prensa
asisten todos para apoyar lo que diga el jefe.
Todos los senadores del Centro
Democrático siguen semana a semana el mismo libreto, con carteles alusivos a
cualquier reclamo al gobierno, siguiendo la misma línea, como si fueran
ventrílocuos. A eso le llaman disciplina. No. Es sumisión. Llegaron con los
votos de una sola persona y deben someterse a las reglas.
A eso no le jugó Santos, que
terminó por traicionar a su antiguo jefe. Santos no se dejó adoctrinar de
Uribe. Por eso fingió mientras fue ministro de defensa.
Mientas que en el CD hay
disciplina en la Unidad Nacional hay intereses. Allí es el que más puje por
sacar burocracia. Al Partido Liberal, Conservador, Cambio Radical y de la U no
les interesa seguir modelos, sino saciar su poder. Santos les da gusto y les
tira dos o tres reses para que se maten por ellas. ¿Lo mismo no hizo Uribe con
la reelección? ¿Acaso no hubo repartija y lechona?
Santos y Uribe son de la misma
clase política y con los mismos intereses. Se diferencian en que mientras el
uno va a veranear a su finca de El Ubérrimo, en Córdoba, el otro va a Anapoima,
a la hacienda presidencial, donde también pasó días de descanso su abuelo
Eduardo Santos y sus tíos, hombres influyentes que pusieron a tambalear
presidentes.
El país debe prepararse para
seguir viendo el espectáculo del ‘tuiterazo’, los ‘retuiteos’ y las respuestas
de la horda uribista, que en cada columna de Daniel Coronell salen de la
caverna. Siquiera tienen emisora: La hora
de la verdad para que puedan reflexionar ampliamente sobre el país que sueñan.
Mientras tanto Alejandro
Ordóñez, Procurador General, resucita y retoma el vuelo, ahora que tiene agenda
compartida con el uribismo para atacar el proceso de paz. Ese es el defensor de
los derechos del pueblo.
Nada está consumado, apenas se
abren el telón del show de la democracia.